• Cómo hablar de sexo con mi hijo por Mamen Jiménez

  • Explicarle a nuestros hijos sobre la sexualidad es realmente importante y aplazarlo a su adolescencia por nuestra propia incomodidad puede ser perjudicial para ellos

Cuándo y cómo cruzar la calle, los modales en la mesa, las palabrotas… Educar a los hijos es una tarea cuanto menos entretenida. Pero todos tenemos claro (y si no, improvisamos, que es una parte inherente de la paternidad) qué es lo que queremos transmitir a nuestros hijos al respecto.

Sin embargo, hay un tema (ay, el TEMA) que, en algunos casos, sigue produciendo un poco de reparo y que, a casi todos, genera dudas: el sexo. ¿Cuándo he de hablar de sexo con mi hijo? ¿Qué le digo? Y… ¿cómo se lo digo?

El sexo es algo casi omnipresente en la sociedad contemporánea (no hace falta más que ir andando por la calle con los ojos abiertos o navegar por Internet, para que nos asalten, en el segundo caso casi literalmente, mensajes con contenido erótico o sexual). Sin embargo, aunque nos creamos que hablamos muchísimo de ello y que somos abiertísimos al respecto (charlas con los amigos, bromas, etc.), la realidad es que cuando nos convertimos en padres la cosa ya no nos parece tan sencilla, ¿verdad?

Los que tenéis peques de entre 3 y 5 años, ya habréis visto más de una vez a vuestra criaturita tocarse… digamos… con afán. Y da reparo, me lo decís y lo veo constantemente en los talleres que imparto al respecto. “Me da vergüenza”, “Me siento incómoda”, “Es un poco violento” o directamente “Es que no sé qué hacer, ni qué decirle”.

Lo primero que quiero es transmitiros tranquilidad: esto que os pasa a vosotros le sucede también a muchos papis, de verdad. Pero lo estáis haciendo genial: de entrada estáis aquí leyendo este artículo, y eso significa que queréis aprender, que queréis hacerlo lo mejor posible. Bravo, ¡vamos a por ello!

¿Cómo hablar de sexo con mi hijo?

Si nos planteamos la pregunta de esta manera, estamos partiendo de la base de que, con respecto al sexo, lo que hay que tener es una conversación. Por lo tanto, a poco que conozcas el desarrollo de los niños, te imaginarás que habrá que esperar a que su lenguaje esté desarrolladito para poder hacerlo.

La realidad es que, en lo que a educación afectivo-sexual se refiere, debemos empezar antes, mucho antes, de que haya siquiera lenguaje. ¿Es posible? Claro. ¿Tiene sentido? Mucho.

Educación afectivo-sexual. Desde hace muchos años el concepto a poner sobre la mesa ya no es educación sexual, sino uno más amplio que recoge una parte fundamental del desarrollo de los niños: educación afectivo-sexual.

¿Por qué se llama así? Porque en estas edades, en el proceso de desarrollo, la sexualidad y el afecto van de la mano, por lo que debemos abordarlas conjuntamente.

¿Cuándo hablar de sexo con mi hijo?

Como decía, la sexualidad y el desarrollo afectivo van de la mano, evolucionan a la par. Para que lo entiendas, piensa en las veces que abrazaste a tu bebé en el primer mes, en los besos que le das a tu hijo, en los besos que le piden los demás (abuelos, amigos, etc.)… ¿Lo ves? Con estas demostraciones de afecto, con cómo le transmitimos el cariño, ya le estamos educando en lo afectivo, y al mismo tiempo, ya le estamos mandando mensajes acerca de su cuerpo, de las sensaciones que él produce, etc.

Es por esto mismo que los seres humanos somos seres sexuados que estamos expuestos a recibir y dar afecto (y por tanto, a usar nuestro cuerpo para ello).  Esperar a que nuestro hijo llegue a la adolescencia para hablarle de sexo es, sin duda alguna, un error: llegaríamos tarde.

La educación afectivo-sexual se da, como decía, desde el minuto uno, desde que nuestro pequeño amor nace, porque desde ese instante ya estamos demostrándole afecto con besos, caricias, tacto, etc.

Es lo que se llama educación incidental (no intencionada): se produce sin que seamos conscientes de que estamos educando, ya que se da en la interacción con los peques en el día a día. Además,  no seguimos una programación específica, sino que se trata simplemente de la conducta que mostramos cuando estamos con ellos.

Esta educación es potentísima y transmite muchísima información a nuestros hijos: los niños aprenden en gran medida de lo que ven en casa, de lo que hacemos con ellos, de cómo nos comportamos nosotros, los adultos.

Así que, ya que sabemos que desde el principio están aprendiendo de nosotros, de nuestra interacción con ellos, ya que sabemos que su desarrollo afectivo-sexual empieza casi desde el nacimiento… ¿No crees que merece la pena intentar hacerlo lo mejor posible? ¡Yo creo que sí!

Entonces, ¿cómo abordar la educación afectivo-sexual de mi hijo?

Para facilitarte las cosas, voy a dividir los consejos en función de la edad de los niños.

  • Bebés. Como decía antes, con la forma en la que demostramos el afecto a nuestros pequeños les estamos transmitiendo información que va a modular su apego. Quiérele mucho, dale muchos besitos, abrázalo… Todo esto le hará sentirse seguro, tranquilo. Y para ti, para vosotros, es lo más, porque no hay nada más rico que tener a tu bebé en brazos y olisquearlo, ¿verdad?
  • Entre los 18 meses y los 3 años. Tu hijo está tomando conciencia de su cuerpo y empieza a darse cuenta de que hay diferencias anatómicas entre niños y niñas. Es muy posible que en esta etapa empiece a tocarse los genitales y que le veas “la mar de entretenido” con ello.
    • No te preocupes si esto sucede. A menudo estas demostraciones de “sexualidad” a edades tan tempranas lleva a los papis a preocuparse “por si está pasando algo, porque es tan pequeño para eso…”. Pero no, tranquila, ya ves que es algo propio de la edad, algo normal desde el punto de vista del desarrollo. Ellos se tocan porque les gusta, porque les da placer, sin más. El componente erótico, las connotaciones sensuales son cosa de adultos, así que no te agobies con esto.
    • En esta etapa es importante que aprendan, al igual que hacen con el resto de su cuerpo, las zonas y nombres de sus genitales. Como decía, en esta fase están muy interesados en su propio cuerpo (¡menudo descubrimiento taaaan interesante han hecho!) y nombrarán y preguntarán sobre él a menudo. Aprovechemos esa curiosidad para, con la misma naturalidad que nombramos a las orejas, decirle que tiene pene o vulva. ¡Nada de eufemismos!
    • Si a veces lo llamas “toto” o “churrilla” no pasa nada, seguro que también le pones “motes cariñosos” a tu hijo o a tu pareja, pero es importante que también conozca (y lo use) el nombre real de sus genitales, ¡no tiene nada de malo!
    • Debemos hablar de ello con toda la naturalidad del mundo, porque de lo contrario les estamos transmitiendo la idea de que ahí hay algo “de lo que no se habla”, algo que no se nombra… Y estamos hablando de su cuerpo, ¿de verdad queremos que piensen que hay algo malo en él?
  • Preescolar, entre los 3 y los 5 años. Si ya tenían curiosidad por su cuerpo y las cositas que le pasan, al entrar en la etapa preescolar ya es “supercuriosidad”. En estas edades, además de tocarse a sí mismos, es habitual que empiecen a tocar a otros niños (para pasmo de sus padres, que soléis sentiros muuuuy incómodos con esto). También es esperable que aparezcan ante ti con la pregunta del millón “¿Y de dónde vienen los bebés?” o “¿Cómo se fabrican los bebés?” (es la pregunta que más goterones de sudor provoca en los papis y mamis, ¿eh?).
    • Qué hacer cuando tocan a otros niños. Es muy importante que les expliquemos los límites corporales y el respeto, es decir: no se toca a nadie si no nos ha dado su permiso, de la misma forma que NADIE debe tocarnos si nosotros no queremos. Este concepto es fundamental para abordar desde ya la prevención de abusos: si sabe cómo se llama su cuerpo, si sabe que es suyo y que es algo bueno, si conoce el respeto y los límites, le estaremos dando unas herramientas valiosísimas para defenderse, en la medida de lo posible, de aquello que ninguno queremos que les suceda a nuestros hijos.
    • Recuerda que en estas edades es habitual que la curiosidad les lleve a tocarse entre ellos, pero esto no significa que los adultos no debamos supervisar lo que sucede para que todo transcurra de un modo natural. No pasa nada si se tocan siempre que los veas que están jugando, tan tranquilos (probablemente se toquen y a otra cosa, sin más), siempre y cuando no haya una gran diferencia de edad entre ellos (no más de 3 o 4 años, porque entonces el escalón evolutivo es demasiado y ya no estamos en estadios similares).
    • Si se desnudan en lugares públicos o se tocan en público (qué mal lo pasáis los papis con esto, ¿verdad?), lo que debemos hacer es explicarles, con toda la tranquilidad, sin montar un escándalo, sin ridiculizar, sin castigar (recuerda: le estás transmitiendo un mensaje acerca del sexo con ello), que hay un sitio para cada cosa, y que esto, que es íntimo, se hace mejor en casa, en su cuarto, donde puede estar tranquilito.
    • Y si se toca… Tocarse, masturbarse, es de lo más frecuente a estas edades. No hay erotismo, no hay sensualidad… ¡es algo meramente físico! La clave en esto es, como decía, no censurar, tratar con naturalidad… Pero eso sí, invitarles a que lo hagan en su cuarto y a poder ser con las manitas limpitas, para evitar infecciones (sobre todo en el caso de las niñas).

A medida que van creciendo, lo hará también su interés por lo sexual, su curiosidad y, ahora sí, el desarrollo del erotismo, de lo sensual.

Evitar hablar de sexo con nuestros hijos no solo no les “protege” de males, sino justo lo contrario: una pobre o negativa educación sexual (la evitación) lleva a desarrollar una actitud negativa hacia el sexo y esto, a su vez, al desarrollo de conductas de riesgo (enfermedades de transmisión sexual) y a más embarazos no deseados. No es lo que queremos, ¿verdad?

A estas edades podemos empezar a hablar de anticoncepción, de conductas saludables… Y, ojo, con ello no estamos “animando” a que tengan sexo, eso es un mito: con ello lo que hacemos es favorecer que nuestros hijos se quieran, que respeten su cuerpo y lo cuiden.

La naturalidad, la información, la prevención, son FUNDAMENTALES. No solo para evitar enfermedades o embarazos, también, insisto porque esto es CLAVE, para que se quieran, para que se respeten, para que cuiden su cuerpo, tengan una buena autoestima y sean, que a fin de cuentas es lo que todos los padres queremos, felices.

Así que ya sabes, ¡no lo evites! Si te da vergüenza, si hay cosas que no sabes o con las que te sientes incómoda, mira qué bonita oportunidad te da la maternidad/paternidad: revisa tus creencias, tus ideas acerca del sexo, quédate con lo que te gusta, con lo que te hace feliz. Y ya que estás, destierra esas ideas que no te hacen sentir bien, eso que no sabes de dónde viene (o sí) pero que hoy, ahora, no tiene sentido. Aprovecha que vas a educar a un ser humano chiquito para ser mejor, para estar mejor. ¡Vamos con ello!

Mamen Jiménez. La psicomami.

POST RELACIONADOS

Más artículos
Gluten, cómo introducirlo