• Los grandes olvidados frente al sol: empeines y orejas

Que los padres tenemos superpoderes es indiscutible. Pero a veces, muy rara vez, con el sol, el calor, el chiringuito y la playa – que son nuestra son nuestra kriptonita – uno baja la guardia y… ¡ya se nos ha quemado el niño!

Y eso que tú le has dado protección antes de salir del apartamento, y le has vuelto a aplicar religiosamente cada dos horas, y después del baño… pero nada, el niño tiene las orejas como tomates, o los empeines, o la planta de los pies… ¡Otra vez ha vuelto a pasar!

Ya sabemos que éstas son zonas proclives a ser olvidadas y, además, son especialmente sensibles al sol, por su alta exposición o porque han ido todo el año tapaditas. Incluso no podemos caer en pensar que aunque nuestras hijas tengan el pelo largo, se librarán del sol.

Protección por pasos

Un superpoder infalible es aplicar la protección solar por pasos: cara, hombros, pecho, espalda y extremidades, casi como un ritual, así no te olvidas de ninguna. Además, es importante hacer hincapié en las zonas más expuestas: hombros, cara y nuca (sobre todo cuando se lleva el pelo corto) y reforzar las “zonas olvidadas”: empeines, orejas y las zonas de las plantas de los pies. Como si fuera una canción, debemos hacer un repaso mental de arriba a abajo, o al revés. 

Para cumplir esta función son especialmente útiles los productos como Arnidol Sun, que ofrece una protección extra para estas zonas más sensibles. Además, son fáciles de llevar a cualquier parte y permite contar con esta protección siempre. Tras el ritual de la protección solar, conviene aplicar este refuerzo en nariz, hombros y empeines, lo que nos asegura una correcta protección y nos evita los sustos de la ducha de la tarde, donde descubrimos las zonas que no hemos protegido correctamente.

Recuerda: padres precavidos valen por dos ;-)

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